Quien lea este libro alcanzará una verdad que se ha idoabriendo paso entre incomprensiones y prejuicios: que el libertador cubano es, en su tiempo, el más alto valor lírico de la lengua, aunque muchos recodos palpitantes de su hazaña estén aún por descubrirse. Para él había de ser el verso un arma luciente y delicada, dispuesta para los más nobles fines.